ESCONDIENDO VERSOS.
Deja que escriba mis poemas sobre tu espalda,
cuando tú duermes y a mi me alcanza la madrugada.
En las posadas de los pueblos perdidos, déjame escribirlos
con mi viejo lapicero, en el mantel blanco de papel
sobre el que nos sirven el pan y escancian el vino
en vasos de grueso vidrio,
mientras la abuela de la casa nos retiene
entre sus pupilas verdes, veladas por el tiempo.
Déjame trazarlos con indolente elegancia,
usando los invisibles trazos de un tenedor de plata,
sobre un mantel de lino, bajo las luces y los brillos
de una cristalería de Bohemia,
en esos restaurantes a los que a veces nos acercamos.
Escribirlos sobre los programas emblemáticos de la ópera
o del teatro, o en los blancos carismáticos del ballet clásico ...
aunque a mi, de verdad me guste hacerlo al vuelo
en servilletas de papel o en el borde de los diarios
leídos donde tomo yo el café.
Déjame escribirlos sobre el río que me bordea
o contra el sol, haciéndole sombra con mis dedos,
y sobre la acera dibujarlos con mis pasos
cuando camino despacio hacia mis horas de trabajo.
Escribirlos sobre las paredes luminosas y brillantes
de mi baño, o en la mampara, al trasluz del vaho
cuando me ducho largamente y el agua se despeña
por mi frente, en caudales rumorosos de palabras en tropeles.
Déjame esconderlos en la ancha planicie de tu pecho
cuando me abrazas y me apartas de este mundo tan veloz,
para acaparar los instantes y beberlos de mis sienes.
Cuando no me mires, déjame esconderlos entre los pliegues de una estrella
para que encontrarlos sea un juego entre tú, Eros, la luna y yo.
Déjame escribirlos haciendo estelas en los mares,
camuflarlos entre tus pestañas o esconderlos por las veredas y las jaras,
entre el musgo y los pájaros de los lentos caminos que te llevan
hacia las fuentes donde bebe la primavera.
Consuelo
Mayo 2012
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