Por el día,
aún antes de romper el alba,
eres el jinete que me cabalga
como si yo fuera tierra
y tú, el amo
a quién siempre perteneciera.
Mi cuerpo de piedra, a tu paso
se vuelve esponjoso, como la hierba,
sumiso, como de hiedra...
y se erizan y gimen todas mis pieles
cuando me cruzas de norte a sur
serpenteando todo mi continente.
Al caer la noche,
bajo la luz de la luna que nos conjura,
me vuelvo delta de agua
como siempre lo fuera,
y tú, vuelto navío
me penetras profundamente con tu quilla,
hasta el centro mismo de mi vientre.
Confundidos maderos, aguas, y tierras
como un único amo
que nos empuja hacia el azul
del mar de los topacios verdes.
Consuelo
Julio 2012
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