Mares de hierba treparon por mi cuerpo desnudo de tiempo.
Mareas de algas y de estrellas se enredaron en mis cabellos.
Y azules caracolas se anclaron sobre mi vientre.
Sosegadas, las gaviotas dibujaron sus vuelos en mi mirada
y tus manos fueron recogiendo mis palabras en tus redes.
En un lecho de cálidas arenas
fuiste recostando mi espalda
y lentos remolinos de tu aliento
esculpieron mis senos, mi rostro y mi cuello.
Tus manos encendieron mi deseo
revoloteando de mis palabras a tus sueños
y trajeron enroscadas, de su vuelo,
fragmentos de escarcha y de madreselva,
sobre blancos jirones de niebla.
Gimiendo suave, tus dedos sembraron
las veredas de mi cuerpo,
detenido entre un sueño y un latido,
entre un tiempo y tus suspiros.
Tus manos, libres ya de mi deseo,
volaron como gaviotas, sobre mi cuerpo
dolorido por la espera
y fueron despertando ecos
de mundos submarinos en lejanos planetas
azulados y en alguna que otra estrella
de suave luz dorada,
adormecidos en oscuros cielos olvidados.
Así me fuiste transformando
en espuma blanca sobre la arena.
Tu te transformaste en ola y
al fin me poseíste,
para llevarme a cabalgar contigo
sobre las aguas verdes de tu mirada.
Consuelo
Junio 2012
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