para llegar, alevosamente, a tu costado.
Y he jugado con tus labios inventados,
a recorrerlos primero con mis dedos,
desde las incipientes comisuras,
siguiendo luego todo el borde perfilado
con las palabras secretas
con las que aún no me has nombrado.
Y me acerqué mucho, suavemente,
para hacerlos temblar
con el aire de mi aliento
y entre sus pliegues somnolientos
escondí alguno de mis secretos más oscuros.
Alevosamente, dormías.
Y los recorrí despacio con mis labios,
demorándome en todos tus verbos
y luego suavemente, con mi lengua
escribí sobre ellos el argumento
de nuestra historia interminable.
Y tu dormías. Alevosamente.
Alevosamente los rocé con el borde
de mi lengua, humedeciendo tus preguntas,
para borrar la distancia eterna que nos separa.
Y tu dormías.
Alevosamente, muy alevosamente,
deposité un pezón entre tus labios
y entonces supe, que tu ya me conocías.
Consuelo
Junio 2012
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