Has bajado lentamente
la cremallera de este vestido
de alargadas rayas verticales,
que como jaula
de apatías mercenarias,
inmovilizaba mis dos alas
y anudaba mis sueños
a puertos innombrables
en los que te pronunciaba,
siempre en voz muy baja,
con mi extraño acento
a lenguas extranjeras.
Nadie parecía recordarte.
Nadie sabia la letra
de la vieja poesía
donde se relataba mi cautiverio
y en la que se daba nombre
al caballo blanco
en el que vendrías a liberarme.
Así que, nuevamente,
tuve que crearte.
Consuelo
Abril 2013