Abrid las puertas,
derribad las murallas
y allanad el camino
al Señor de la Muerte.
Desnudad mi cuerpo
disponed mis bienes sobre los suelos
y mis sueños sobre las olas.
Dejadme al raso
al viento de poniente
bajo la estela de los astros.
Y marchaos en silencio,
por si esta noche él llegara,
pues no deseo que se presente como ladrón
quién ha de ser mi amante.
Consuelo
enero 2014
Hablas del Señor de la Muerte.
ResponderEliminarEn este poema veo mucha vida, muchas ganas de vivirla, de sentir por todos los poros. Dejas que la vida te penetre y disfrutas de ella, con todas sus consecuencias, con valentía, desnuda ante el mundo, ante los elementos. Con sus risas y llantos, sus luces y sombras.
Veo realmente mucha vida en este poema, por mucho que llames al Señor de la Muerte. Con tus ganas de vivir, seguro que lo espantas.