Abrid las puertas,
derribad las murallas
y allanad el camino
al Señor de la Muerte.
Desnudad mi cuerpo
disponed mis bienes sobre los suelos
y mis sueños sobre las olas.
Dejadme al raso
al viento de poniente
bajo la estela de los astros.
Y marchaos en silencio,
por si esta noche él llegara,
pues no deseo que se presente como ladrón
quién ha de ser mi amante.
Consuelo
enero 2014