Ella era clara como el agua
diáfana y transparente en las mañanas luminosas.
Ella era oscura y profunda
misteriosa y ausente,
lejana,
como las estrellas en la noche
intocables
aún para las manos eternamente alzadas.
Ella venía por cien mil lados
todos distintos
inesperados
y era fresca al tacto
de los dedos febriles
y era cálida
besando los cuerpos fríos
inertes
apenas besados por la idea de la soledad
o de la muerte.
Ella
como el agua
estaba cerca de todo
y nadie la poseía.
C
Marzo 2018
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