Papá silbaba suavecito
cuando trabajaba con las manos,
podando rosales en el jardín
o haciendo ungüentos en la farmacia
mientras yo, ensimismada y fascinada,
observaba la serpiente que ascendía
por el tallo hasta el borde de la copa,
devolviéndole su hipnotizante mirada.
devolviéndole su hipnotizante mirada.
Y silbaban las flores bajo sus manos
y silbaba la pomada haciéndose en el almirez
allá en la quietud de la olorosa rebotica.
Papá silbaba suavecito
para hablar con los pájaros en las mañanas
cuando la niebla del invierno
se desperezaba sobre el jardín.
Y silbaba suavecito cuando mis manos pequeñitas
se enlazaban entre las suyas
y juntos mirábamos como el sol se abría entre los árboles.
Mientras lo oía, yo aprendía a crecer
y aprendía también el melodioso y mágico
y aprendía también el melodioso y mágico
lenguaje de los pájaros
que no siempre se puede comprender.
que no siempre se puede comprender.
Noviembre 2015
C
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