A menudo ocurre que buscas algo y encuentras otra cosa. Y encontrarse con viejas carteras te puede llevar a sorpresas agradables.
Por ejemplo, a reencontrarte con tu historia.
A veces me descubro pensando que en mí no ha cambiado nada desde que era una niña. Sigo siendo aquella pequeña criatura expectante por lo que ocurría y lo que podría ocurrir. A veces siento de nuevo aquella sensación en la que nada pesaba nada, todo era como una ingrávida disolución ... simplemente ocurría el momento. Como hacer aquellas fortalezas de arena al borde del mar, no importaba que fuera una batalla perdida, no tenía sentido la seguridad de una zona de confort y hacer la fortaleza arenal arriba; no, había que construir arriesgando, en el límite, con un ojo en la arena y otro en el mar. En realidad no importaba, no era ganar ni permanecer infinitamente, sinó hacerlo bien y disfrutar, tan enfrascada en ello que no existía el tiempo... hasta que llegaba la mítica ola, a decir verdad, la primera que importaba, la que marcaba otro compás de espera. Cambiaba la intensidad del esfuerzo...
Al reencontrarme con estas fotografías he sentido que aunque yo por dentro a veces sea todavía aquella niña, la mayor parte de mi vida ha trascurrido ya. Ya no soy yo la pequeña, ni lo son tampoco mis hijos amados.Y es bonito encontrarse con una historia, con una biografía entendible y amada.
Cada suceso, cada instante, cada persona ha ocupado su lugar exacto durante el tiempo exacto...
Pero la historia que miro, escrita con una bellísima caligrafía, no es un bloque. Es mucho más también que una sucesión de fenómenos, de historias y de seres.
Cuando leemos un libro nunca nos percatamos de que lo que le da sentido a las palabras es el espacio que las separa. Ocurre lo mismo con la respiración, ese lugar sagrado entre el inspirar y el espirar, o el mágico lugar entre la vigilia y el sueño... Siempre está ese espacio dando sentido a todo lo que importa, incluso a lo que no importa...
De la misma manera, lo que me da sentido como historia no son los hechos aislados, ni todos juntos compactados, sinó ese infinito espacio donde se sustenta la trama de mi vida. Un lugar ilocalizable donde ni siquiera hay un yo mismo que exista...
Y aquí me encuentro ahora, feliz en este instante, profundo abismo entre un ayer y un mañana. Entre una vida y otra vida.
Ruego para que todos los seres comprendan que son los artífices de su propia historia. Para que en cualquier momento de su vida, como si fuera el último, puedan sonreír siendo cómplices de lo que han vivido.
C
febrero 2015