domingo, 14 de septiembre de 2014

LA BELLEZA IMPRONUNCIABLE


Amo las palabras, tú sabes bien cómo las amo.

Su textura lenta, demorándose por el cielo de mi boca
y su andar ligero, aleteando como pájaros 
que fluyeran al atardecer 
por el oscurecido acantilado de mis labios
o por las vertebradas cornisas de mis dedos
hacia las suaves playas que te guardan.


Amo todas las palabras que te nombran,
incluso aquellas que pareciera que te ignoran
porque al hacerlo así, ocultándote,
vuelven a traerte una vez más a mi memoria.


Y creo que, aún más que a las palabras,
amo el innombrable espacio donde habitan,
ese escondido reducto de silencio y de misterio
palpitando siempre en lo profundo del centro de mi pecho.


Pero aún, tal vez, ame con más intensidad
el mágico encanto del instante
en el que algo así, como el destello de un rayo
descubre de nuevo una palabra y le otorga vida;
el mágico hechizo de sentirla alejarse de mi pecho hacia el espacio
sentir como se eleva hacia el lejanísimo horizonte
como llevándose el tañido que brotara 
de un vigoroso repique de campanas.


Y aún acaso ame, todavía con una mayor intensidad,
el mágico milagro que sucede al pronunciarla 
y sentir que toma vida, 
no en el centro de mi cuerpo, donde late,
sinó en el profundo abismo de tu garganta
donde florece la perfumada esencia de mi mente.

Consuelo
Septbre 2014


1 comentario:

  1. ¡Qué inmensa belleza encierran estas pocas palabras! Belleza impronunciable y alucinante. Puro arte que llega muy hondo.
    Desde luego tú sí que sabes comunicar con la palabra.

    ResponderEliminar